Poema de Enriqueta Ochoa























II



Sobre la más alta roca del amor
he llorado esta noche,
porque soy,
porque los hombres somos
aherrojado flautín,
mirada ciega,
potencia de una luz encanecida
que podría cantar, contar,
hilar la trama de los siglos.
Porque los hombres somos
la gran mirada que el Señor dejó oculta,
grávida como el embrión.
Hay que saber crecer calladamente.
Pero revientan ya los brotes.
Hay un rumor secreto de azúcar fermentando,
una dilatación,
un vencimiento,
un estallido de todas las suturas del espacio.
Échanos a tu hoguera
en la revuelta de esta hora sombría:
la yesca de nuestros labios arderá, y acaso
alguna chispa salte como astro
alumbrando la noche.

-Enriqueta Ochoa, Los himnos del ciego (1968)

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